D’esencanto

Al final, todo se reduce a cómo gestiona uno las expectativas, y reconozco que las he gestionado bastante mal con la última novela traducida al castellano de Alessandro d’Avenia.

Sin ánimo de hacer spóiler, el libro cuenta la historia de un profesor que, después de unos años sin ejercer la docencia, vuelve a un instituto, donde se le asigna una clase con los diez “casos perdidos”. A este, ya de por sí, cóctel molotov se le añade que los alumnos se examinan de selectividad ese año y que el profesor en cuestión padece ceguera.

Contado así, la novela parece interesante. Pero la impresión que me llevo es la de un libro donde la historia está al servicio de una extensa homilía. Muy floral, muy aguda y con ideas felizmente traídas en muchas ocasiones. Sin embargo, apenas hay espacio para la sugerencia. La trama, como digo, más bien parece una excusa para una catequesis muy forzada. Al igual que la mayoría de ejemplos científicos de los que se sirve para meter a calzador ideas más o menos significativas. La realidad no está iluminada por destellos, sino que d’Avenia te agarra del cuello y te obliga con brusquedad a mirar directamente el foco de luz.

Una historia con una estructura narrativa muy confusa y con situaciones, muchas veces, irreales de puro dramáticas. Que no digo que no se den casos, pero que coincidan en la misma clase una alumna que abortó a los dieciséis años, con un chaval que su padre tiene depresión y al que sorprendió en un intento de suicidio, y que, a su vez, comparte pupitre con el huérfano que hace horas extra trabajando de mensajero y sin tiempo para estudiar… pues me resulta forzado. Y solo he dicho tres de los alumnos.

Los personajes adultos –en su mayoría profesores– tienen un perfil excesivamente maniqueo . Si lo que busca este libro es “ayudar”–primer error– no creo que lo consiga: el docente severo y seco lo recibirá con rechazo; y el “Keating idealista” se reafirmara en su parasitismo, luchando románticamente contra un sistema que le nutre y en el que está cómodamente instalado. Esta novela quizá sirva para despertar a alguno… pero no creo que ayude demasiado a los que ya están despiertos, y puede que ofrezca más argumentos a los que prefieren seguir durmiendo.

Me hubiera gustado saber qué pensaría Flannery O’Connor de todo esto. Me da la impresión de que no le hubiera gustado mucho una historia sacrificada en aras de una trascendencia que, a mi juicio, acaba excesivamente manoseada.

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